Yo me siento y tu de rodillas a comer polla

Este relato va a ser algo diferente, pues incluye alguna foto real del chico mamado. Siempre con su consentimiento. 

Estaba yo decidiendo de si hacía siesta o no, cuando un tío me escribe en Grindr. Su perfil era super explicito. 



¿Siesta o mamar? Pues la verdad es que me apetecía un buen rabo, así que no dudé demasiado. El chico, que se llama Albrecht, comentó que si podríamos tener un quickie, es decir, en el idioma de los tiós que dan rabo es: "voy caliente, necesito una boca que me saque la leche ahora"

No tenía muchas dudas, pero todavía tuve menos cuando me mandó el mástil que me ofrecía. La siguiente foto es real de Albrecht, es la foto que me envió al Grindr mostrando su polla


Albrecht comentaba en su perfil que era bisexual, y en sus fotos públicas se apreciaba un chaval bien guapo. Así pues le confirmé que gustosamente le comería la polla y le pedí que me esperara en la puerta de mi portal. Como estaba tan cerca de mí, tan solo tuve que indicarle que no se moviera del sitio.

Sali a la calle y en seguida le reconocí. Con un gesto le invité a entrar al portal y nos metimos juntos en el ascensor, que es bastante grande. Allí mismo ya se me acercó y presionó su cuerpo contra mi, y pude sentir que su paquete empezaba a crecer. Yo iba en chándal corto y no recuerdo muy bien, pero creo que me sobó el culo.

Entramos en el piso y le cogí de la mano para llevarlo a mi cuarto, que estaba al final del pasillo. Había una compañera de piso, esperaba que no se hubiera dado cuenta de nada (y la verdad, tampoco pasaba nada si se había dado cuenta)

Entramos en la habitación y cerré la puerta. No sabía como iba a proceder Albrecht, pues no habíamos hablado de como le gustaría que le comiera el rabo. El chico , que es de origen alemán, no necesito muchas palabras ni se andó con rodeos. Agarró una de mis sillas y se sentó en ella. 

Mientras relataba este relato, le he tenido que preguntar que fue lo primero que hicimos, porque no lo recodaba. Le he enviado un mensaje : "Albrecht, ¿recuerdas si lo primero que hice fue sobar tu paquete con mi cara y boca, o te sacaste la polla nada más sentarte?"- "Creo que restregué mi paquete por tu cara antes de que me la chuparas" - ha contestado. Y así debió ser. Me puse de rodillas delante de él y hundí mi cara en su paquete.




Al poco, se bajó los pantalones y liberó su cipote. La polla de Albrecht era perfecta. Bien de grosor, bien de tamaño, una delicia. El simplemente abrió las piernas y se relajó mientras yo con mi boca subía y bajaba comiendo todo el mástil. Bueno, relajado del todo no, en ocasiones presionaba mi cuello para que me la metiera más adentro, pero puedo asegurar que ya no había más que meter: la polla ocupaba toda mi boca y cuello.

Otra cosa muy morbosa que hizo es una práctica que confirma cierta sumisión del mamador. Parte del vaivén de la mamada, la realizó cogiendome las orejas. Cogió las dos orejas con las manos para controlar y dirigir la mamada, subiendo y bajanado, usando mi boca como una herramienta de placer que deslizaba por su rabo entre dos alturas determinadas. 

Estuve un buen rato chupando polla, y al cabo de unos minutos me dirigí a sus huevos sin previo aviso. Eran ligeramente peludos , y los chupé otro rato. Primero con la punta de la lengua recorriendo todos los huevos, y luego los chupé otro tanto con toda mi boca. Paré para  tomar algo de agua, y seguía con la mamada intensamente.

Albrecht estaba muy excitado, completamente duro. Entendí que quisiera acabar ya y soltar su leche para poder irse. Así que empece a pajearle con dos manos, saliva, alternando una chupada u otra. Una paja de rodillas que le hice en toda regla...hasta que empezó a soltar chorretones de semen por ese pedazo de polla que acabava de devorar.

Una vez le limpié con una toalla, convesamos un poco y le acompañe a la puerta. Allí nos pusimos calientes otra vez, y quizás debí habersela vuelto a comer en la puerta de mi piso. Nos dimos los móviles por si alguna vez tengo la ocasión de zamparme ese cipote tan suculento.

Como no iba a poder echar siesta con lo durísimo que estaba, decidí hacerme una paja recordando todo lo ocurrido. Se lo hice saber a Albrecht  que me iba a pajear pensando en su polla. "Sweet dreams" - me contestó. No hubo suficiente kleenex a mano para albergar la pedazo de corrida que saqué.



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